La idolatría no se limita al pasado, pues todavía impera hoy en varias formas. Muchas religiones adoran a dioses falsos, algunas con imágenes tangibles, y otras sin ellas. Pero la idolatría es, en realidad, un asunto del corazón, por lo que es posible que los creyentes pequen de esa manera. Por eso Juan dice: “Guardaos de los ídolos” (1 Jn 5.21).
Si atesoramos algo o a alguien por encima del Señor, estamos practicando la idolatría en un grado u otro. Lo que más valoramos se revela a menudo por la cantidad de tiempo que le dedicamos, los sacrificios que hacemos y el dinero que gastamos en ella. Los ídolos nos distraen de la devoción sincera a Dios y nos engañan haciéndonos creer que la satisfacción y la plenitud se encuentran en ellos, en vez de en Él.
Deshacernos de los ídolos del corazón será inútil hasta que aprendamos a valorar al Señor más que a cualquier cosa o persona. Es como jugar a Pegarle al topo. Tan pronto como derribamos un ídolo, aparece otro. La clave para vencer la idolatría es aprender a desarrollar un mayor amor y comprensión del único Dios verdadero por medio de su Palabra. Cuando Él es el deseo supremo de nuestra alma, todos los demás dioses serán expulsados de nuestro corazón.
Biblia en un año: Génesis 29-31